jueves, 25 de febrero de 2010

Los muros, veinte años después


Internet brinda al usuario múltiples formas de interrelacionarse, amplía sus fuentes de información y le permite prescindir de intermediarios. Le hace más autónomo, algo, hasta hace muy poco, impensable.
Pero en algunos países esa es sólo la teoría. Este martes, la polémica volvía a la palestra tras descubrirse la autoría de unos ataques, ocurridos en China, a los servicios de Google. El gobierno chino había introducido hackers en el buscador para obtener información secreta con fines políticos. Investigadores estadounidenses señalaron como autor a un consultor de seguridad chino, de unos 30 años de edad, vinculado al gobierno del país. Tras estos ciberataques, Google amenazó al país con cerrar sus operaciones en China. Lo que provocó un malestar entre las relaciones de ambos países, que afectan a otros campos como el comercio y la moneda china. El encuentro hace unos días entre el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el líder tibetano, Dalai Lama, intentó suavizar esta relación.

Esperanza y desilusión
Otro caso extremo es el que vive el pueblo iraní. El avance que supuso, el pasado junio, que la sociedad sobrepasase los limites marcados desde el gobierno, y las elecciones presidenciales estuviesen marcadas por el uso de plataformas como Twitter y el papel de la revolución verde, no ha logrado, sin embargo, dar vía libre al uso de la red. Al contrario, Irán es uno de los países donde el gobierno pone más trabas al uso libre de Internet. A principios de este mes, el problema se acentuó. El gobierno iraní anunció que suspendería permanentemente Gmail –el servicio de correo electrónico de Google–, y que en su lugar impondría un servicio nacional de correo electrónico que impida traspasar fronteras nacionales.

Internet fomenta un mayor individualismo, lo que implica relegar el control político a un segundo plano; una acción que incomoda a algunos gobiernos. Internet es poder y los que hoy sustentan el liderazgo temen perder esa ventaja competitiva. Para hacer frente a ese miedo, para frenar que el poder lo asuman las masas, los gobiernos apuestan por políticas restrictivas que atentan contra la libertad.
Años después de la guerra fría que separó al mundo con muros, las luchas por la libertad siguen siendo una asignatura pendiente. Dos décadas después de que el mundo celebrara la caída del telón de acero de Berlín, aún quedas muchos muros por tirar. Aferrados a la esperanza, portavoces del Gobiernos de Estados Unidos anotaron: “los muros virtuales no funcionan en el siglo XXI de la misma forma que lo hicieron los muros físicos en el siglo XX.” Respaldar el miedo de los actuales gobernantes no justifica –en ningún caso– atentar contra la esencia del hombre, contra su libertad.

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